Una de las grandes prioridades de los fabricantes, gobiernos y consumidores es la mejora de productos e instalaciones para conseguir una mayor eficiencia energética. Es decir que los aparatos realicen las mismas funciones o servicios con un menor consumo de energía.
Se estima que en España las instalaciones de calefacción y agua caliente sanitaria de los hogares suponen las dos terceras partes del gasto en energía anual para los usuarios domésticos, y más concretamente la calefacción del hogar se puede llegar a llevar hasta un 50 % dependiendo de la zona geográfica de la que hablemos.
En el aspecto de los equipos de calefacción el desarrollo tecnológico y las mejoras en las instalaciones domésticas, tanto a nivel de equipamiento como de aislamiento son los factores que más contribuyen a mantener el confort con un menor coste. A esto hay que unirle una mayor concienciación social con el problema de las fuentes de energía y sobre todo al aumento de los costes de facturación, en especial, los de la tarifa eléctrica. En este sentido parece que los emisores térmicos realizan un trabajo más racional que los acumuladores de calor, sobre todo en zonas de clima templado en los que puede haber oscilaciones importantes de temperatura entre un día y otro. Los acumuladores de calor consumen “por adelantado” mientras que los emisores y radiadores o otro tipo de calefacción pueden ser regulados e incluso apagados en función de la sensación de temperatura que se tenga en el momento que se manipulen. Como norma general la temperatura en el hogar debe mantenerse entre los 20 y 21 ºC durante el día. En horario nocturno se precisan entre 3 y 4 grados menos. Se estima que el consumo energético aumenta en un 7% por cada grado que aumentemos en la programación de nuestro sistema de calefacción lo que hace que el sistema de regulación debe adaptar las temperaturas en función de horarios y uso de las estancias de nuestros hogares.
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